Este verano, como parte de un viaje al los Alpes austriacos, visitamos una de las cuevas de hielo más grandes de Europa, la cueva de Riesenishohle, situada cerca de la población de Hallstatt.
Tanto la población como la cueva son Patrimonio de la Humanidad.
Hallstatt merecerá en su momento una entrada propia, ya que es uno de los pueblos más bonitos de Austria.
Para visitar la cueva primero tenemos que coger el teleférico, y luego realizar una corta caminata. El camino tiene bastante pendiente, pero merece la pena, ya que primero se disfruta del paisaje y luego de la cueva.
La visita es guiada y dura unos 45 minutos.
El recorrido se inicia en una cueva de estalagmitas y estalactitas, que no es lo más impresionante.
Poco después empezamos a ver el hielo y eso si que es impresionante o por lo menos a mi me lo pareció, será que no había visto ninguna cueva de estas características.
¿Pero cómo se ha formado el hielo?
Parece ser que el agua que entra por la gritas de la montaña se convierte en hielo, ya que la temperatura de la cueva es siempre inferior a 0ºC (no debéis olvidaros llevar ropa de abrigo). Como resultado se forman hermosas estructuras de hielo.
Al contrario que lo que ocurre con el hielo de los polos el cambio climático no está afectado al hielo de la cueva, perece ser que incluso crece. Esto es debido a al circulación del aire frío dentro de la cueva.
La cueva tiene dos entradas colocadas a distinta altura lo que provoca corrientes de aire que impiden que entre aire cálido del exterior.
En verano, la temperatura aumenta, aunque no mucho, por lo tanto retrocede un poco el hielo y esto hace posible la visita. En los meses de inverno la cueva se encuentra cerrada al público.